domingo, 21 de agosto de 2011

La Korte en Apuros - El nuevo Torneo: Parte 1 (14/08/2011)

El Administrador Anibal se presenta ante la Reina con una idea para renovar los torneos de combates de caballeros. De esta manera busca ganar el favor de algunos nobles influyentes, en pos de las venideras batallas por la defensa del Reino.

Una nueva jornada laboral comienza para la reina, esta vez mas tarde que de costumbre. Envuelta en su majestuoso vestido ingresa a la sala del trono por la entrada privada a la que accede desde sus aposentos. En la sala espera desde muy temprano en la mañana el secretario personal Turrini. Concentrado en sus papeles, se sobresalta al ver entrar a la reina a la sala y ensaya una reverencia.

-    Uff Turrini, que día… ¡que día!
-    Buenos días mi señora, ¿que inconveniente la tiene molesta?
-    Ese peluquero que me trajiste… ¡un desastre! ¡Estuvo más de una hora para acomodarme el peinado!
-    Será despedido con celeridad, su majestad…
-    Ya es tarde, ¡ya me arruinó el día! Pero bueno... decime Turrini, ¿quién viene a hacerme perder el tiempo hoy?
-    Mi señora, unos periodistas han pedido una conferencia de prensa con usted…
-    ¿Periodistas? ¿Conferencia de Prensa? – lo interrumpió ella con asombro - ¿Qué es eso?
-    Son unos nuevos burgueses, han adquirido del imperio Prusiano una máquina muy novedosa que llaman “Imprenta” y están publicando un periódico. Quieren saber su opinión sobre las últimas batallas de nuestro ejército. Básicamente, ellos hacen algunas preguntas y usted les responde.

Ella miraba incrédula mientras su secretario le explicaba que significaban esos términos desconocidos. Espero a que termine su explicación y continuó mirándolo. Turrini levanta la vista hacia ella con una sonrisa…

-    ¡Que estúpido sos Turrini! Casi te creo… - y echó una carcajada que contagió por unos segundos a su secretario – Me sacaste la mufa… dale decime quien espera afuera.
-    Está desde temprano su administrador Aníbal, dice que tiene unas recomendaciones para ganar adeptos a nuestra causa.
-    A ver hacelo pasar a ese, no se porque lo sigo aguantando…
A la orden de la Reina, Turrini se acerco a la puerta y dejo pasar a Aníbal, que entró apurado y cargando muchos papeles.
-    Mi señora, ¿buen día como está usted hoy?
-    Dale Aníbal, decime a que viniste y no me hagas perder más tiempo. Tengo mucho que hacer.
-    Por supuesto señora, inmediatamente – replicó Aníbal agachando la cabeza mientras ella ya comenzaba a perder interés en la propuesta – Está usted enterada mi señora de las novedades que se han dado en el Torneo de Combates.
-    ¿Qué cosa? – preguntó ella a Turrini bastante desinteresada.
-    Los torneos de caballeros mi señora, esos que se enfrentan dos nobles caballeros y tratan de derribarse unos a otros.
-    Ah si, que aburrido… ¿y que paso con ese Torneo?
-    Mi señora – explicó Turrini con celeridad impidiendo que Aníbal participara – en el último torneo los caballeros que representan a la nobleza del Río de la Alpaca han perdido sus encuentros y han sido eliminados del torneo principal.
-    Ah…- intentaba concentrarse ella – ¿y entonces?
-    Entonces su majestad – pudo finalmente interceder Aníbal – lo que venía a proponerle era organizar con el próximo torneo una edición más amplia, con más grupos de nobles…
-    ¡Claro! – interrumpió Turrini siempre dirigiéndose a la reina – de esa manera los representantes del Río de la Alpaca podrían volver a participar en el torneo principal…la señora sabe que los caballeros del Río de la Alpaca tienen muchos seguidores… podríamos ganarnos el favor de todos ellos con este nuevo torneo…
-    Y también los caballeros de la nobleza de Quilmes, mi amado terruño – se atrevió a interrumpir Aníbal – podríamos ganar el favor de ellos también.
La Reina se había sentado pensativa en su trono y analizaba la propuesta.
-    ¡Ya se! ¡Se me ocurrió una gran idea! – irrumpió ella - ¿Porque no invitamos a la nobleza del Río de la Alpaca al nuevo Torneo?
-    Si me permite mi señora, creo que no sería del todo prudente… sería demasiado evidente nuestra intención si hacemos eso – intentó sutilmente disentir su secretario.

La conversación ya estaba circunscripta a la Reina y su secretario privado. Aníbal miraba expectante a un costado, y arrugaba un poco sus papeles cada vez que intentaba participar y no podía.

-    Bueno entonces, ¡que participen más nobles! ¿No hay más participantes que podamos invitar para disimular?
-    Por supuesto señora, esta la gente de La Aplaca que fue eliminada junto con la nobleza del Río de la Alpaca, y hay otros nobles importantes que participan del torneo de segunda categoría… parte de la nobleza de la ciudad de Rosario, los nobles de la Chacarita…
-    La nobleza de Quilmes…- insistía Aníbal, mientras ninguno de los dos le prestaba atención.
-    Está bien Turrini, me convenciste – dijo finalmente ella - Arreglen con... con... ¿quién organiza esto?
-    Don Julio Pomprona, mi señora - acotó Anibal tratando de figurar - ya hemos cerrado algunos negocios con él, no va a poner reparos en esta gran propuesta.
-    Perfecto, entonces hablen con él para que organice un nuevo Torneo de…de… de…
-    De Combates, mi señora – le ayudo Turrini.
-    Si, si, eso. Torneo de Combates. Que invite a la gente del Río de la Alpaca, de la Alpaca, del Rosario y todos esos que decías Turrini.
-    Y los de Quilmes – insitió Anibal – no se olviden de la nobleza de Quilmes…
-    ¡Uy que pesado que sos! – bramó ella - ¡Cómo estas con los de Quilmes! ¡Si, los de Quilmes también!
-    Muchas Gracias, mi señora – agachaba la cabeza Aníbal mientras se retiraba del salón del trono.

La Korte en Apuros - El plan maestro (28/07/2011)

Una nueva batalla ha sido librada en otra de las provincias de este amplio reino. Nuevamente el ejército realista, ésta vez guiado por el General Agustín, fue duramente vapuleado por las tropas locales. La reina analiza en su salón de trono los motivos de este segundo reves...

-    ¡No entiendo Turrini, no entiendo! ¿Porque están haciendo las cosas tan mal?
-    Mi señora no es para tanto, mire que bien nos ha ido que esta vez las tropas de nuestro enemigo Hermes no nos han arrasado como la última vez.
-    ¿Te parece Turrini? Si puede ser… mmmm… si es verdad, en realidad ¡es una gran victoria para nuestro reino!
-    Por supuesto su alteza. La derrota la sufrió nuestro enemigo, sus dominios siguen intactos. Aunque deberíamos rever la actuación del General Agustín, su actuación no ha sido como la esperábamos…
-    Si, en eso tenés razón Turrini. En vano fue mi viaje al campo de batalla para envalentonar a las tropas, ¡tremendo discurso dí! ¡No lo valoraron!
-    Tremendo discurso – repitió el Secretario Turrini, que al ver que la reina comenzaba a tranquilizarse se acercó a su silla a la derecha del trono y se sentó.

La reina se había molestado mucho al enterarse de que el General Agustín había sido duramente derrotado por el enemigo del oeste, Hermes el Tibio. Ni siquiera pudo detener al pequeño batallón liderado por el improvisado cabo Seldel. Hasta esa insignificante unidad, que respondía a la distancia al insurgente Duque Mauricio, fue más que el pomposo ejército del General Agustín.
Al enterarse de la noticia había montado en cólera. ¡Era la segunda derrota en tan pocos días! Esta vez ella había viajado al oeste hacia la provincia de Hermes el Tibio para colaborar con el General Agustín en su contienda. Su grotesca intervención no solo desmotivó a sus propias tropas, sino que incluso arengó a la tropa enemiga. La predica fue tal, que las tropas enemigas arrasaron con el batallón del General Agustín dejándolo sin capacidad de reacción.
Puertas afuera de su salón de trono, como a diario, esperaba una lista de personajes audiencia con la reina. Desde muy temprano los cortesanos pedían audiencia al secretario Turrini, que ordenadamente los apuntaba a todos. Cerca del mediodía, cuando ella comenzaba su jornada, el secretario organizaba las visitas según el estado de ánimo de la señora. Esta vez la jornada había arrancado más temprano – aproximadamente a las once de la mañana – debido a la mala noche que había pasado su majestad luego de enterarse de la nueva derrota militar.

-    Decime Turrini – pregunta intentando calmarse – ¿quien viene hoy a molestarme?
-    Esta desde tempranísimo el General Agustín, quiere presentar ante su majestad los resultados de su batalla.
-    Decile que ya los conozco, ¡que no quiero ni verlo! ¡No puedo soportar tantos perdedores cerca mío! ¿Quién más?
-    Está esperando también el Gobernador de la gran provincia del centro, Daniel el Sumiso. Dice que tiene una solicitud muy importante.
-    Uy que pesado que es ese, no lo soporto… ¡es como un perro faldero! Le pego, le pego, y el sigue viniendo, no entiendo que le pasa…

Definitivamente ella no tenía un buen día. Generalmente el gobernador Daniel el Sumiso le resultaba molesto, como una piedra en el zapato. Pero esta vez ella se sentía tan enojada que no soportaba la presencia de nadie.

-    Bueno, hacelo pasar rapidito así se va pronto – se resignó ella mientras se iba a sentar a su trono. Mientras su secretario se acercaba a la puerta ella ensayaba una postura de seriedad y tranquilidad frente a un pequeño espejo de mano.
-    Buenos días mi señora, ¿como está usted hoy? – preguntó con una voz rasposa Daniel el Sumiso.
-    La verdad que no estoy en mis mejores días Daniel, te pido por favor que seas breve, tengo mucho que hacer hoy.
-    Por supuesto mi señora, vengo con una solicitud muy simple: Estuve con mis cortesanos analizando la batalla del General Agustín…
-    Quién te mandará a pensar a vos… – pensaba ella. Espejo en mano, seguía probando expresiones de seriedad – ¿y a que conclusión llegaron? – intento apurarlo, ahora en voz alta.
-    Mi señora, con mis colaboradores creemos que la clave de la batalla fue la falta de apoyo de los campesinos.
-    ¿Y esos porque no nos apoyaron? ¿Que más quieren de mi? ¡Insaciables! – el espejo terminó en el piso.
-    Quizás, mi señora, si diéramos alguna señal de que tenemos intención de mejorar nuestra relación con ellos, si les concediéramos algún beneficio, aunque sea pequeño….
-    ¡Beneficios! ¡Todos quieren algo!
-    Lo mira a Turrini, buscando apoyo a sus comentarios, pero encuentra en cambio una sutil cara de aceptación a lo que dice Daniel el Sumiso. En seguida ella baja su tono, cambia su cara de enojo por la de una suave y conmovida señora.
-    Claro Daniel, tenés razón. Pobre gente, han colaborado tanto con nosotros.  Hagamos algo: en el depósito del palacio tenemos los restos de la última cosecha guardada. Lleva de ahí 3 bolsas de trigo y repartilas entre nuestros amigos los campesinos. Eso sí, ¡que quede claro que vienen de mi depósito personal! Es más… – se dio vuelta hacia su secretario privado y le gritó - ¡Turrini! ¡Organizame para la tarde una visita de los campesinos de las tierras de Daniel que yo misma les voy a contar de mi generosidad!
-    Excelente idea – asintió Turrini. Le indicó a Daniel el Sumiso la dirección de la puerta. Daniel dudó en irse, y buscó el apoyo de la reina, que ya estaba mirándose en un nuevo espejo mientras le hacia señas con la mano para que se retirara.
-    Turrini, ya estoy cansada de visitas, pedile a mi queridisimo Amador que venga inmediatamente que tengo nuevas indicaciones para él.

Amador es uno de los nuevos favoritos de la reina. En los últimos meses del reinado su ascenso por las jerarquías militares fue meteórico, hasta que fue designado Coronel el último mes. Como si estuviera esperando detrás de la puerta, Amador se presentó casi inmediatamente en el salón del trono, presto a recibir las nuevas ordenes de su majestad.

-    ¿Mandó llamar mi señora?
-    Si Amador, vení por favor, acercate acá al lado mío, bien cerquita. Tengo importantes órdenes para vos querido. ¿Te has enterado de los resultados de las últimas batallas no?
-    Por supuesto mi reina, he seguido de cerca las contiendas y estoy ansioso por librar mis propias batallas junto a usted.
-    Ah sí, pronto querido, pronto podrás lucirte a mi lado. Por el momento te necesito para una misión muy importante: Vos que tenés cercanía con la juventud, necesito que te muestres, que reclutes a los jóvenes con tus mejores dotes…
-    ¿Mi fortaleza?, ¿mi valor?, ¿mi experiencia en la lucha cuerpo a cuerpo?
-    No querido, no. Necesito que toques la guitarra nomás…

martes, 9 de agosto de 2011

La batalla de los porteños (21/07/2011)

En los dominios del Reino se ha librado la Batalla de los Porteños, donde las tropas realistas del General Daniel se trenzaron con el moderno y vistoso ejército del insurgente Comandante Mauricio. La batalla era tan importante para la Reina Kristina, que ella misma diagramó los planes de la batalla. Sin embargo, la lucha favoreció ampliamente al insurgente Mauricio... 
En la antesala del trono el Comandante Daniel esperaba la audiencia solicitada, hace ya unos días, con la reina. Estaba ansioso, nervioso, casi molesto. La derrota sufrida en su última batalla lo tenía a mal traer.  Su rostro se mostraba bastante golpeado, producto de la dura lucha cuerpo a cuerpo que había llevado adelante.
Ella se encontraba en la sala de trono, encerrada, tan inaccesible como siempre. Resultaba muy difícil para cualquiera de sus comandantes, sin importar la urgencia del tema, acceder a su consejo, a su opinión. Solo algunos de sus favoritos podían gozar de un contacto más fluido con su majestad.
En la antesala, el Comandante Daniel caminaba de un rincón al otro, impaciente. La acalorada charla con otro Comandante de la casa K acababa de finalizar y Daniel no consiguió tranquilizarse, sino que solo se exacerbó aún más.
-    ¿A vos te parece? – comentaba Daniel – hasta último momento no me autorizaban las unidades, ¡solo me enviaron a las tropas unos pocos días antes de la batalla!
-    Vos sabés como es esto ahora… – intentaba tranquilizarlo su interlocutor – ella revisa caso por caso.
-    ¿Pero era necesario tanto? ¡Ni siquiera me dejó llevar a mis tenientes de confianza, con los que ya he luchado varias veces! ¡No!, ¡me impuso a esos tenientes que creo que nunca estuvieron en una batalla, no sabían ni como colocarse la armadura!
-    Calma Daniel, bajá el tono, sabés que en el palacio las paredes oyen…
-    ¡Y que oigan! – bramó Daniel – ¡estoy furioso! ¡Me mandan a una batalla y me juegan en contra!

    Los nervios del comandante K ya eran indisimulables. No quería quedar pegado a los reclamos de Daniel, que claramente estaba fuera de sus cabales. Intentó acercarse para callarlo antes de que dijera algo que lo pudiera complicar más, pero ya con los ojos desorbitados lo interrumpió:
    El secretario personal de la reina ingresó a la antesala. El  comandante K, que inmediatamente se dió cuenta, finalizó inmediatamente la charla, saludó a su compañero Daniel y en voz baja le deseo suerte.

    El secretario se acercó a Daniel (saludando al paso al comandante K,  con un movimiento de su mano) y le indicó que la reina estaba pronta para recibirlo, que por favor aguardara unos minutos más. Abrió la puerta de la sala de trono, se introdujo y cerró las puertas en la cara de Daniel que intentaba ver que pasaba en la sala. Daniel, terminó de impacientarse mientras continuaba caminando de un lado al otro de la antesala.
    Finalmente,  la tan esperada puerta se abrió y fue invitado a pasar. La encontró sentada en su trono… majestuosa, inmutable. A su derecha, se encontraba sentado su secretario privado Turrini, el mismo que lo había recibido minutos antes. Lo observaba silencioso, fijamente. Su expresión era contundente, seria.
    Daniel hizo su reverencia a la reina y se retiró por la misma puerta por la que había entrado poquísimos minutos antes. Mientras cerraba la puerta lentamente, pudo ver como Turrini, el Secretario privado, le hacia comentarios en voz baja a la reina, mientras ella asentía con una expresión de malestar.